lunes, 12 de julio de 2010

lunes

Estoy fastidioso. Es lunes y la ciudad es un infierno de calor y de autos. Los zapatos viejos me aprietan como si fueran nuevos, y le han declarado la guerra a mis pies hinchados.
La batalla se encuentra en su auge, y confirmo que ni los unos se van a deshinchar ni los otros dejarán de apretar, así que empiezo a desandar la pila de planillas que he dejado el viernes sobre la mesa, a la espera de algún voluntarioso distraído que se ocupara de ellas por mí.
Eso, como tantas otras cosas, tampoco ha pasado.
El jefe ha venido con pretensiones, mi compañera con pantalones anchos y ya no quedan bizcochos.
Además, los comentarios en la oficina son de lo más deprimentes; vendieron al goleador de Boca, cobraremos después del 15 y el aire acondicionado no funciona.


Y encima de todo te quiero.

lunes, 5 de julio de 2010

Génesis

Esta misma noche he creado un infierno.
Como es mío, y allí no entra nadie, tracé cuatro líneas como fronteras, y le puse un techo y un piso.
Para hacerlo más confortable, lo calefaccioné con un viejo radiador, y llevé hasta uno de sus extremos un catre y dos almohadones.
Luego tracé un rectángulo sobre uno de sus lados, a la altura de mi cintura. Coloqué un vidrio en el espacio vacío, y lo sostuve con un marco de madera.
Quise que no faltara ni música ni libros, y al rato tuve un compañero.
Decidimos criar niños y agrandamos el infierno; formamos un hogar.

domingo, 20 de junio de 2010

La barra de Puchero


... Detrás de la barra de un bar macilento
que no cierra nunca, verano ni invierno,
tras vidrios verdosos y plomos espesos
una muchachita de castaño pelo
y ojos que parecen pedazos de cielo,
ve todas las tarde romper el silencio,
a un grupo de locos que vive en San Telmo…
 
De "La Objeción de Luciana Sousa", por Roberto López Paz.

sábado, 29 de mayo de 2010

La casa

Dicen que en la casa de la esquina, frente a la panadería, donde ahora está el baldío, vivía un matrimonio de enanos y su hija gigante.
Que la hija sufría a menudo las burlas de los otros chicos de su edad, y que por eso dejó el colegio cuando llegó a medir dos metros.
Que, desanimados los padres por no encontrarle un candidato capaz de querer a su gigante hija, se echaron a dormir un día y no se levantaron más.
Que, ya grande, sin marido ni familia ni trabajo, la gigante se sentó una tarde en el portal de la casa de la esquina y que, cuando la luz de la tarde se apagaba, prendió un fósforo, lo tiró adentro de la casa y cerró la puerta.
Que, antes de que pudiera notarse el incendio, la gigante se sentó en el portal de la casa de enfrente, a ver cómo se derrumbaba en llamas la casa maldita.
Que al rato se oyó una explosión tan fuerte que voló por el aire la belleza y la mierda de la ciudad –piedras, piernas, mariposas-, y que el espectáculo era tan pero tan hermoso que cuando llegaron los bomberos se sentaron en el cordón de la vereda a ver la casa caer.

jueves, 29 de abril de 2010

Hoy sí

Después de que él mencionó que no podía ir esa noche hasta su casa para cenar juntos, ella le respondió amablemente y colgó el teléfono.
Se bañó, se peinó y se perfumó. Con el maquillaje impecable se puso su vestido de gasa y preparó la cena.
Le pareció que iba bien el jazz.
Comió a la luz de las velas y tomó vino hasta entrada la madrugada.Recién entonces se recostó en la cama y se desnudó; primero el vestido, después las ligas y finalmente la bombacha.
Se masturbó entonces por primera vez, como si no hubiese hecho otra cosa durante toda su vida.