sábado, 29 de mayo de 2010

La casa

Dicen que en la casa de la esquina, frente a la panadería, donde ahora está el baldío, vivía un matrimonio de enanos y su hija gigante.
Que la hija sufría a menudo las burlas de los otros chicos de su edad, y que por eso dejó el colegio cuando llegó a medir dos metros.
Que, desanimados los padres por no encontrarle un candidato capaz de querer a su gigante hija, se echaron a dormir un día y no se levantaron más.
Que, ya grande, sin marido ni familia ni trabajo, la gigante se sentó una tarde en el portal de la casa de la esquina y que, cuando la luz de la tarde se apagaba, prendió un fósforo, lo tiró adentro de la casa y cerró la puerta.
Que, antes de que pudiera notarse el incendio, la gigante se sentó en el portal de la casa de enfrente, a ver cómo se derrumbaba en llamas la casa maldita.
Que al rato se oyó una explosión tan fuerte que voló por el aire la belleza y la mierda de la ciudad –piedras, piernas, mariposas-, y que el espectáculo era tan pero tan hermoso que cuando llegaron los bomberos se sentaron en el cordón de la vereda a ver la casa caer.